viernes, 19 de mayo de 2017

EL FORMADOR Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN

3. EL FORMADOR Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN 
La realidad actual en cualesquiera de los sectores de la actividad humana queda seriamente afectada por el impacto de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC). 

Ciertamente vivimos en un momento de evoluciones tecnológicas rápidas, en una espiral progresiva de cambios generalizados, donde simultáneamente, sobre todo en este ámbito, lo obsoleto también cobra categoría de máxima o se convierte en una constante que hay que gestionar. Aún más, se está produciendo, en tal sentido, mutaciones a la hora de analizar el cambio en cualquier faceta de la actividad humana, de manera que se entiende el mismo como lo normal, consuetudinario, atribuyéndose a lo tradicional precisamente el valor de crisis o conflicto para el progreso. 

En este sentido, el cambio puede calibrarse de radical en algunos sectores. González Soto (1996) así lo apunta en relación con diferentes aspectos que van desde el panorama laboral con la variación de las profesiones, con la aparición de nuevas y la correspondiente adecuación de perfiles profesionales y ocupacionales, hasta el impacto en la economía, la administración, la cultura, sin olvidarse del mundo educativo, al cual le plantea nuevas exigencias, a la vez, que le abre nuevas posibilidades. 
Todo ello no es más que el fiel de reflejo de asumir tranquilamente que estamos en la sociedad postindustrial, informatizada, de la información, tecnológica, del conocimiento, según se quiera analizar. Aunque este aspecto no es objeto directo de este artículo, no cabe duda que la información y la comunicación tiene una influencia directa en todos los sectores (económicos, políticos, laborales, cultura, ocio, etc.) repercutiendo directamente en nuestras actividades cotidianas. La “información” es la materia prima, incluye las reglas, las prohibiciones, los conocimientos, las habilidades que condicionan de una u otra manera toda la actividad (Gallego Arrufat, 1995:21). En este contexto, la tecnología, a decir de Santos (1993) forma parte de la macrocultura de nuestro momento histórico. 

No cabe duda, pues, que el ámbito educativo queda igualmente afectado por el fenómeno del desarrollo tecnológico, pero a diferencia de otros sectores de la actividad humana su afectación es doble. Las Nuevas Tecnologías de la Información y la comunicación no sólo son un recurso más para el desarrollo de procesos educativos de calidad, de incremento de eficacia, de eficiencia, sino que a la vez se constituyen en un objeto más de la educación (“alfabetización informática” como dijeron algunos, o “cibercultura” como ya se está apuntando). Es decir, conforman contenidos curriculares (conceptuales, procedimentales, actitudes, valores y normas) que han de ser inexorablemente tratados (Tejada, 1998). 
Tenemos que formar individuos-personas “en” “con” y “para” las nuevas tecnologías. 

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