sábado, 20 de mayo de 2017

CARACTERIZACIÓN MÍNIMA DE LAS NTIC.

3.1. Caracterización mínima de las NTIC 

Con independencia de otro tipo de caracterización de las NTIC y las posibles clasificaciones que podrían realizarse (multimedia, hipermedia, telemática, informática, redes, etc.) nos interesa en este momento aludir a las características educativas de las mismas. 


En este sentido, podemos considerar a este conjunto de herramientas, soportes y canales para el tratamiento y acceso a la información por su inmaterialidad, interactividad, interconexión, instantaneidad e innovación (González Soto, 1996:203, Cabero, 1998:532-533).

• La inmaterialidad, ya que su materia prima es la información, utilizando para ello códigos diversos, sobre todo a través de la calidad que aporta la imagen y el sonido.
• La interactividad, que es una de las características que le permiten adquirir un sentido pleno en el ámbito educativo, y que permiten una interacción sujeto-máquina y la adaptación de ésta a las características educativas y cognitivas de la persona. De ahí se desprende que los sujetos no sean meros receptores pasivos de la información sino procesadores activos y conscientes de la misma.
• La instantaneidad, ya que facilita la rapidez al acceso e intercambio de información rompiendo las barreras espacio temporales.
• Interconexión, es posible utilizar variados y combinados soportes en la transmisión de la información
• Más influencia en procesos que en productos.
• La innovación, por cuanto conllevan un sinfín de cambios en los planteamientos educativos con su integración. Nadie duda, como hemos aludido que se convierten a su vez en objeto educativo, en mediadores del proceso de enseñanza aprendizaje, conllevando modificaciones de gran trascendencia tanto en el diseño de dicho proceso, como en la organización general y el rol del profesor.


Esta situación tecnológica sin barreras espacio-temporales y sin condicionamientos, a su vez, implica un nuevo concepto de mediación educativa. 

Ciertamente el proceso enseñanza-aprendizaje queda afectado por la revolución imparable de los medios didácticos. Ante esta situación sólo queda la alternativa de hacerlas complementarias e integrables, como posibilidad de evitar los riesgos derivados de una incorporación simple de dichos medios al acto didáctico: a) de un lado la adaptación a dicha realidad; y b) por otro, la rentabilización didáctica de dicho potencial; es decir, su incorporación en las estrategias para la optimización del proceso instructivo. 

viernes, 19 de mayo de 2017

EL FORMADOR Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN

3. EL FORMADOR Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN 
La realidad actual en cualesquiera de los sectores de la actividad humana queda seriamente afectada por el impacto de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC). 

Ciertamente vivimos en un momento de evoluciones tecnológicas rápidas, en una espiral progresiva de cambios generalizados, donde simultáneamente, sobre todo en este ámbito, lo obsoleto también cobra categoría de máxima o se convierte en una constante que hay que gestionar. Aún más, se está produciendo, en tal sentido, mutaciones a la hora de analizar el cambio en cualquier faceta de la actividad humana, de manera que se entiende el mismo como lo normal, consuetudinario, atribuyéndose a lo tradicional precisamente el valor de crisis o conflicto para el progreso. 

En este sentido, el cambio puede calibrarse de radical en algunos sectores. González Soto (1996) así lo apunta en relación con diferentes aspectos que van desde el panorama laboral con la variación de las profesiones, con la aparición de nuevas y la correspondiente adecuación de perfiles profesionales y ocupacionales, hasta el impacto en la economía, la administración, la cultura, sin olvidarse del mundo educativo, al cual le plantea nuevas exigencias, a la vez, que le abre nuevas posibilidades. 
Todo ello no es más que el fiel de reflejo de asumir tranquilamente que estamos en la sociedad postindustrial, informatizada, de la información, tecnológica, del conocimiento, según se quiera analizar. Aunque este aspecto no es objeto directo de este artículo, no cabe duda que la información y la comunicación tiene una influencia directa en todos los sectores (económicos, políticos, laborales, cultura, ocio, etc.) repercutiendo directamente en nuestras actividades cotidianas. La “información” es la materia prima, incluye las reglas, las prohibiciones, los conocimientos, las habilidades que condicionan de una u otra manera toda la actividad (Gallego Arrufat, 1995:21). En este contexto, la tecnología, a decir de Santos (1993) forma parte de la macrocultura de nuestro momento histórico. 

No cabe duda, pues, que el ámbito educativo queda igualmente afectado por el fenómeno del desarrollo tecnológico, pero a diferencia de otros sectores de la actividad humana su afectación es doble. Las Nuevas Tecnologías de la Información y la comunicación no sólo son un recurso más para el desarrollo de procesos educativos de calidad, de incremento de eficacia, de eficiencia, sino que a la vez se constituyen en un objeto más de la educación (“alfabetización informática” como dijeron algunos, o “cibercultura” como ya se está apuntando). Es decir, conforman contenidos curriculares (conceptuales, procedimentales, actitudes, valores y normas) que han de ser inexorablemente tratados (Tejada, 1998). 
Tenemos que formar individuos-personas “en” “con” y “para” las nuevas tecnologías. 

jueves, 18 de mayo de 2017

FUNCIONES Y TAREAS DEL FORMADOR

2.2.2. Funciones y tareas  
Antes de entrar en un análisis detallado al respecto, conviene recordar que, en mayor o menor grado, sus funciones pueden concretarse en lo siguiente: 


• ofrecer diferentes tipos de formación relacionada con la satisfacción de necesidades específicas, ya definidas por otros profesionales (o conjuntamente con ellos) u otro departamento de formación, tanto interno como externo de la institución; 
• definir, diseñar y ajustar los cursos de formación de acuerdo a los grupos de aprendizaje; 
• impartir el curso de formación de acuerdo a la programación previamente establecida (esta programación no es predictiva, sino meramente prescriptiva); 
• diseñar los materiales didácticos necesarios en relación al desarrollo de las actividades previstas; 
• evaluar la formación impartida, implicando los instrumentos de evaluación para recoger la información necesaria. 

Aparte de esta especificación, la mayoría de los estudios definen el papel del formador en torno a cuatro competencias base (Bunk, 1994; Liepmann, 1992)
 
competencias tecnológicas,
competencias docentes (psicopedagógicas), 

competencias en el trabajo y
competencias sociales.

No obstante, en un estudio de Danau (1991:53) nos destaca que:  “aunque los formadores eran conscientes de la importancia de las competencias sociales, las habilidades interpersonales, etc. una mayoría de los que querían desarrollar su perfil o cambiarlo, prefirieron mejorar el componente tecnológico... se habían convertido en profesores debido a su alto grado de conocimientos y experiencias técnicas (eran buenos artesanos) pero no se identificaban así mismos como profesores. Otros creían que convertirse en profesores era importante, pero solamente como una etapa temporal en la evolución de su tarea”.

Si analizamos estos datos a la luz de nuestros resultados, “el formador se encuentra ante el dilema de ser un técnico y pedagogo con competencias sociales, pero la tendencia actitudinal es seguir siendo un técnico que transitoriamente se dedica a la formación... No será que todos estos datos se infieren de los formadores en servicio que no han tenido (quizá tampoco han querido) una formación inicial adecuada como tales” (Cifo, 2000:168).

Sea como fuere, conviene resaltar algunas competencias concretas, más allá de lo expresado, en aras a una mejor conceptualización de este profesional. De nuevo recurrimos a la familia profesional de la Docencia e Investigación, en lo relativo al formador que propone el INEM. En ella se especifica con carácter general que el formador…

 “desarrolla de manera sistemática y planifica acciones de formación con vistas a la adquisición de competencias profesionales de los destinatarios, en el marco de una política de formación. Programa su actuación de manera flexible coordinándola con el resto de acciones formativas y con los demás profesionales de la formación. Implementa las acciones formativas, acompaña y proporciona orientaciones para el aprendizaje y cualificación de los trabajadores. Evalúa los procesos y los resultados del aprendizaje para mejorarlos y verifica el logro de los objetivos establecidos. Analiza el propio desempeño y los programas desarrollados. Incorporando los cambios en los procesos de formación según las exigencias del entorno, contribuyendo a la mejora de la calidad de formación” (INEM 1996:101)

miércoles, 17 de mayo de 2017

B) EL FORMADOR DE FORMACIÓN OCUPACIONAL

B)  EL FORMADOR DE FORMACIÓN OCUPACIONAL
En este caso, existe mayor heterogeneidad entre los profesionales que desarrollan su actividad, por cuanto también es más diferencial su marco de acción, sobre todo en formación ocupacional continua y las exigencias de titulación. Proliferan diferentes instituciones que se ocupan de la formación, tanto públicas como privadas, centros de formación y centros de trabajo (formación en la empresa), no existiendo un marco normativo uniformador de competencias y funciones, de acceso, de condiciones sociolaborales, de cualificación, etc., excepto en algunos casos concretos de la formación en las instituciones denominadas "Escuelas Taller" (legislación de 1993), al ser estas no formales, pero regladas de acuerdo a normativa del Ministerio de Trabajo o de la Consejería de la Comunidad Autónoma concreta.. 

Quizá el ejemplo más uniformizador sea el caso del INEM (aunque han sido transferidas algunas de sus competencias a las Comunidades Autónomas, lo cual hace prever algunas modificaciones) que opera con cuatro tipos de profesionales:
Personal enseñante: Se trata de funcionarios con diferente titulación inicial (diploma de FP-II, diplomado o licenciados universitarios) que imparten docencia acerca de su propia especialidad.
Maestros de taller: con cualificación según la especialidad. Son especialistas de un dominio particular y son reclutados por concurso público.
Personal de centros asociados o entidades colaboradoras: Se trata de profesionales con titulación media o superior, que pueden ser reclutados para unas determinadas acciones formativas o también con carácter permanente. Dependen orgánicamente del centro asociado.
Expertos con contrato (temporal): Ejercen la misma función que el personal enseñante, no tienen carácter permanente y dispensan una formación puntual en un dominio especializado.

Ni que decir tiene que la presencia de cada uno de estos tipos de profesionales, tanto en formación inicial como continua, varía, proliferando mayoritariamente el grupo de profesionales de entidades colaboradoras o centros asociados, siendo poco relevantes los formadores con contrato laboral indefinido del INEM. Remitiéndonos exclusivamente a las estadísticas del propio INEM se puede evidenciar lo dicho. 

También hay dentro del sector público formadores ocupacionales en los ámbitos de las Comunidades Autónomas, Ayuntamientos, Diputaciones, etc. con funciones similares a las descritas y con contratos indefinidos (funcionarios) o temporales (provisionales). 


Hoy día es preciso hacer este estudio en cada Comunidad Autónoma, dado el carácter “autónomo”. Sin embargo, estas ideas expuestas tienen una intencionalidad de generalización. 

La tendencia, en cualquier caso, es la contratación temporal, con lo cual se origina una serie de problemas asociados a ella como: la estabilidad y el futuro profesional de los formadores, que ahora obviamos. 

En el ámbito privado, la proliferación de formadores da pie también a un análisis pormenorizado sobre el particular con el riesgo de tender al infinito. La variedad es tan amplia que cualquier descripción generaría más confusión que claridad, pudiendo caer en el anecdotismo, sobre todo en el ámbito de la formación continua. De ahí que renunciemos, en este ámbito, a profundizar más. 

No obstante conviene, por su incidencia, al menos plantear algunas de las características personales y competenciales de estos profesionales. De hecho, como se deriva de los diferentes informes relativos a formadores de centros de formación y centros de trabajo (empresa) en diferentes países de la Comunidad Europea, este colectivo tiene una edad media relativamente baja (franja entre 30-40 años), lo cual indica cierto equilibrio entre una experiencia profesional (15 años de promedio). Esto les permite dominar perfectamente su especialidad, y una relación con los jóvenes en formación, de manera que es capaz de comunicarse eficazmente con ellos, instaurándose una cierta relación de autoridad “natural”, fundamentada sobre el reconocimiento de su saber técnico más que en su edad. Este mismo intervalo de edad es representativo de una población de obreros trabajadores especializados o de técnicos que dominan perfectamente su especialidad y que le sitúan en un momento transitorio de su carrera profesional. Además, la misión que se les encarga de formación, implica una "remotivación", un nuevo interés de desarrollo profesional laboral, por cuanto la necesidad de comunicarse con los destinatarios de la formación, tomar contacto con las cualificaciones nuevas, con un nuevo contenido de formación técnica, les da una oportunidad de mantener su “saber hacer” técnico, a la par que les proporciona una apertura a la incorporación de cambios (incorporación de las nuevas tecnologías).

Cuentan todos con una formación específica en el ámbito pedagógico recibida en el propio centro de trabajo o en centros de formación (cursos de formación de formadores de distinta índole, desde 50 hasta 500 horas), además de disponer de un nivel de titulación elevado (mayoritariamente universitario). 

A pesar de lo expuesto, hay que recalcar que su dedicación a las tareas formativas es puntual o por períodos sujetos a las necesidades de formación de la institución, lo que indica, de un lado, la complementariedad entre formación y actividad laboral, además de una cierta inestabilidad en el puesto de trabajo, al depender de contratos temporales para la misma. Esto provoca una vuelta a nuevas o anteriores actividades profesionales. Quiere ello decir que no existen plantillas fijas de formadores, sobre todo en los centros de trabajo, aunque pueden encontrarse un porcentaje significativo en los centros de formación. De ahí que también su futuro profesional pueda estar o no en el campo profesional de la formación. 

martes, 16 de mayo de 2017

EL FORMADOR DE FORMACIÓN PROFESIONAL

A) EL FORMADOR DE FORMACIÓN PROFESIONAL: 
Estos profesionales están dedicados a impartir la docencia en la Formación Profesional dentro del Sistema Educativo. No debemos olvidar, de momento, que el marco normativo de la LOGSE es el referente general común para el conjunto de las Comunidades Autónomas del Estado; que el mismo marca las condiciones laborales y salariales de los profesionales de la formación, así como de acceso, selección o reclutamiento, de acción, de cualificación, y que da pie a una determinada tipología de profesionales (Durán Herrera, 1995). También pueden evidenciarse algunas diferencias entre los mismos de acuerdo al sector público o privado de la formación.


En el primer caso, el sector público, los formadores deben estar en posesión de una titulación universitaria (diplomado o licenciado) o superior (Formación Profesional de grado superior), correspondiente al nivel y la materia a impartir, además de superar el pertinente concurso público para ser formadores definitivos (funcionarios), aunque también existen formadores provisionales, denominados “interinos”. En ambos casos, la dedicación es con dedicación exclusiva, lo que impide combinar su actividad en el sistema educativo con otra actividad remunerada (incompatibilidad).

Según el tipo de enseñanza que imparten, se pueden agrupar en formadores de clases teóricas, técnicas y prácticas. Las dos primeras categorías exigen titulaciones superiores (diplomatura, formación profesional de grado superior o licenciatura), mientras que los formadores de clases prácticas (maestros de taller) pueden ejercer con una titulación media. 

En el caso de la enseñanza privada, los niveles de titulación, categorías profesionales y funciones son similares. La diferencia sólo la podemos encontrar en los sistemas de acceso y reclutamiento y en las condiciones sociolaborales. 


En ambos casos, la tradicional separación entre el centro de formación y el lugar de trabajo, como ya hemos insinuado por su falta de experiencia empresarial, pone en duda su auténtica especialización, lo cual constituye, en muchos casos, una barrera que impide la innovación, el acceso a nuevas concepciones, a las técnicas o a los procedimientos. Afortunadamente, la tendencia a establecer relaciones entre el mundo estrictamente educativo (escolar) y el laboral va en aumento y lo mismo podría decirse de la preparación o preocupación por cuestiones pedagógicas, ya sean didácticas, organizativas o de orientación educativa. 

lunes, 15 de mayo de 2017

LOS FORMADORES COMO PROFESORES

2.2. Los formadores como instructores, enseñantes o profesores.
Al igual que el colectivo anterior, este grupo se caracteriza también por su heterogeneidad, pero a la vez existen criterios competenciales similares para su agrupamiento o clasificación. 


De manera que podemos encontrar ciertas similitudes entre los distintos subgrupos posibles de acuerdo a formación reglada o no reglada, carácter público o privado de la formación, dedicación completa o parcial y sistema contractual (funcionario, fijo, contrato temporal, etc.), así como de acuerdo al sistema de acceso, selección y estabilidad profesional.


En todo caso, hay que significar que es el grupo mejor caracterizado ya que su incidencia se manifiesta en la formación inicial reglada (Formación Profesional).
Estos profesionales son los encargados de realizar la formación propiamente dicha. En este sentido se puede considerar que son los actores claves de la programación, proceso y evaluación de acciones formativas. Se trata de un conjunto de personas que han adquirido, bien sea a través de la experiencia profesional o a través de la formación inicial, toda una serie de competencias pedagógicas en un dominio técnico, aunque poseen escasa o nula experiencia empresarial, lo que pone en duda su auténtica especialización. En la mayoría de los países, este colectivo está constituido por los profesores que imparten los aspectos teórico-técnicos-prácticos y se dedican mayoritariamente a la docencia.
Como ya hemos indicado, ha de moverse en el ámbito de la planificación, desarrollo y evaluación de procesos de enseñanza-aprendizaje desde una óptica microdidáctica. En este sentido, no existirían diferencias entre los distintos profesionales dentro y fuera del sistema educativo (formal y no formal, formación reglada y no reglada). 

2.2.1. Tipología y características generales
En la caracterización de este colectivo, vamos a partir, como ya hemos indicado, de la diferenciación entre formación profesional y formación ocupacional, sin renunciar por ello a los puntos de contacto y las similitudes funcionales y competenciales que puedan evidenciarse entre los mismos. 

De todos modos, esta diferencia no es esencial, sino que se plantea como diferencia de grado para ayudar a la interpretación de las competencias de modo más unívoco. 


Para una mejor ubicación, partimos en este análisis del caso español, al que le iremos añadiendo informaciones relativas a otros países según necesidades. 

domingo, 14 de mayo de 2017

LOS RESPONSABLES DE LA FORMACIÓN: Roles asociados

1. LOS RESPONSABLES DE LA FORMACIÓN
1.3. Roles asociados
En la línea que venimos desarrollando, cabe igualmente precisar las funciones y competencias de los roles asociados a los responsables de formación.


Los “managers”: Son responsables de formación en la empresa, con un nivel de formación universitaria normalmente (desde letras, filosofía, sociología, pedagogía, predominan los ingenieros) y cuya función principal es la relación con el exterior (sobre todo, en lo relativo a la marcación de los recursos humanos necesarios), pero también, en los grandes grupos, de las relaciones con la dirección de la empresa. 

Los organizadores de la formación: Constituyen el elemento de ligazón entre la función de formación y los diversos servicios de la institución; deben conocer, por tanto, bien la organización y su ambiente. Mantienen, por delegación del responsable de formación, la relaciones con las sociedades de asesoramiento externo y participan en las diferentes fases de la organización del servicio de formación, en colaboración con otras personas internas y externas a la institución.

Expertos en ingeniería de formación: son profesionales que se centran en el desarrollo de nuevos productos (individualización, evaluación) y utilización de nuevas tecnologías (concepción de dispositivos de formación complejos: multimedia, EAO, etc.), con lo cual se apuesta en la formación por el polo de la didáctica de la materia. Con ello se subraya el proceso de enseñanza- aprendizaje y todas las claves para que éste sea el más eficaz y efectivo posible.

Los programadores: Estos profesionales tienen la misión de diseñar la formación a partir de una evaluación de necesidades y de los recursos disponibles. La función específica del programador consiste en definir las fases y módulos de formación teniendo en cuenta la posibilidad de presentar diversos contenidos en la forma más adecuada, recurriendo a los métodos y técnicas apropiadas.

Los “asistentes” de formación: Apoyan a los gestores de formación. Sus competencias, por tanto, están ligadas al conocimiento las actividades y al dominio de las disciplinas institucionales, a la par que son expertos en las técnicas de formación profesional y de gestión de personal. Deben poseer buenos conocimientos en la animación de equipos (de animadores de formación y de formadores).

Los animadores de formación: Ligados a las direcciones generales y a los grupos de explotación, deben poseer competencias en las técnicas de reclutamiento, pedagogía de adultos, concepción de las acciones de formación contextualizada y gestión de la formación (organización y seguimiento administrativo, fundamentalmente). 


Los técnicos de formación: Esta categoría de profesionales de la formación está muy ligada a la de los programadores, organizadores y expertos en formación. De hecho su competencia general se centra en que, a partir del diagnóstico de necesidades, elabora propuestas formativas encaminadas a proporcionar la cualificación profesional a individuos o a grupos en el marco de la política de formación de la organización; diseña, adapta y proporciona formación en metodologías, materiales didácticos e instrumentos de evaluación, estableciendo estándares de calidad para la optimización del proceso de enseñanza-aprendizaje, asesorando y supervisando su aplicación; participa, con otros profesionales, en el diseño del sistema de aseguramiento de la calidad de la formación.