sábado, 27 de mayo de 2017

FORMACIÓN

FORMACIÓN

Durante un tiempo hemos introducido, con cierta amplitud, el tema de la Formación en y para la Empresa y el Mundo del trabajo en general, sabiendo que no somos los únicos que se vienen interesando con el tema últimamente, como puede comprobarse en la prensa escrita y digital.


Quizá sea el paro o el cambio de ciclo cultural y laboral o la dificultad de inserción en el mundo del trabajo para las personas de cierta edad (mayores de 40 años, por ejemplo). Quizá pueda ser debido también a que todos los organismos internacionales señalan que la formación es el reto más importante que tiene planteado hoy  la sociedad con las vistas puestas en el conocido como “Desarrollo Sostenible”, quizá y tristemente sea también por el juicio que merece la educación formal (la que se da dentro del Sistema Educativo).

En todos los casos las aportaciones encontradas (y las nuestras) hacen hincapié en la necesidad de contar con todos los agentes sociales: sistema político, sociedad, individuos, sistema escolar, ciudadanos y EMPRESAS para que las cosas funcionen.

Es más, últimamente se viene escribiendo mucho sobre las quejas que la empresa realiza sobre la preparación de los egresados del Sistema Educativo, tanto Formal como No formal y la sociedad educativa ha asumido esas críticas hasta el punto de adaptar su metodología (no siempre para bien) a esas demandas.

Todos los que nos hemos visto implicados en este tema creemos firmemente en que la empresa debería tener entre sus metas estratégicas LA FORMACIÓN. Es una necesidad que viene dada tanto por la llegada a las empresas de nuevos conocimientos y nuevas formas de hacer, por la necesidad de atender nuevas demandas, como por adoptar nuevas visiones que ayuden a mantener el nivel de competencia de cada una de esas empresas.

De ese modo estamos apostando porque el elemento clave para el desarrollo de la empresa es el personal, a la vez que es el más difícil de conseguir, sobre todo si no se hace más que criticar y esperar que OTROS hagan las cosas que la empresa deja de hacer.

Hay elementos o componentes de las empresas que se pueden replicar con cierta facilidad: atraer nuevas inversiones, variar los procesos internos de acción y producción o los externos de atraer clientes o de adecuarse a sus requerimientos, etc., pero no es tan fácil conseguir que sus empleados respondan a esos nuevos requerimientos si no es con ayuda específica.

Y ese es el mensaje que queremos dejar hoy en esta entrada. TODOS hemos de arrimar el hombro en la FORMACION PERMANENTE, no ser simples “visualizadores” de su estado.

viernes, 26 de mayo de 2017

POBLACIÓN ACTIVA y NIVEL DE FORMACIÓN

POBLACIÓN ACTIVA y NIVEL DE FORMACIÓN

Recientemente el Ministerio de de Educación, Cultura y Deporte ha publicado la actualización los datos de las variables educativas que recoge la Encuesta de Población Activa (EPA) del INE, incorporando los datos del año 2016.

Nos gustaría mostrar el resumen de los principales resultados y algunas de las gráficas que nos parecen más interesantes:


  • “En el año 2016 el abandono temprano de la educación y la formación en España se sitúa en el 19,0% (ver Gráfico 1), lo que supone un descenso de 1,0 puntos respecto al año anterior (21,9% en 2014). Comparando con el año 2008 (31,7%) se ha producido una bajada de 12,7 puntos, aunque todavía la distancia con la media de la Unión Europea (10,7%) sigue siendo muy significativa. Los 1,0 puntos de mejora del año 2016 se deben al incremento de la población que ha alcanzado el nivel de educación secundaria segunda etapa, CINE 3, que se incrementa en 2,1 puntos. 
  • El 18,1% de los jóvenes de 15 a 29 años no estudia ni trabaja, cifra inferior en 4,4 puntos a la del año 2013 (22,5%). Atendiendo al nivel de formación alcanzado, el porcentaje desciende al 14,1% para el colectivo de jóvenes que poseen el nivel de Educación Secundaria de segunda etapa o Educación Superior, mientras que en los jóvenes con nivel de formación de primera etapa de Educación Secundaria (escolaridad obligatoria) o inferior, el porcentaje alcanza el 26,5%. 
  • El 42,1% de la población de 25-29 años ha conseguido el nivel de Educación Superior (+1,1 puntos más que el año anterior), mientras que para la población de 30-34 años este porcentaje es del 40,1% (0,9 puntos menos que el año anterior), manteniéndose por encima de la media de la Unión Europea (39,1%) y del objetivo europeo de conseguir que en el año 2020 el 40% de la población de 30 a 34 años posea el nivel de Educación Superior.”

Los gráficos y el texto han sido tomados del documento oficial, con la única finalidad de ayudar a su difusión.

jueves, 25 de mayo de 2017

CONSIDERACIÓN SOBRE LAS TIPOLOGÍAS DE FORMACIÓN DE FORMADORES

Consideración sobre las tipologías y modalidades de formación de formadores 

Consideramos oportuno reparar en las tipologías y modalidades de formación de formadores, por cuanto las mismas son un fiel exponente del campo de actuación profesional del formador, a la vez que un referente necesario en la articulación de su formación. 
Partimos de una diferenciación inicial por lo que se refiere a la formación “para” y la formación “en” empresa (Tejada 2000, 2001), tal y como aparece en el ideograma siguiente. 

Gráfico: Tipologías, modalidades de formación de formadores 



En el primer caso, la formación “para” la empresa, hacemos referencia a la formación profesional para el trabajo. La misma se suele realizar en centros específicos, cuya articulación formal y funcional queda circunscrita a planteamientos propios de la formación. Nos estamos refiriendo a instituciones formativas, tanto de formación inicial como continua de profesionales de la formación, a la vez que pueden considerarse instituciones formales como no formales de educación (universidad y centros de formación específicos). 

La oferta formativa de estas instituciones es variada, pudiéndose encontrar la formación de profesionales desde diplomaturas, licenciaturas, postgrados, masters u otros títulos específicos de denominación propia, dirigidos a profesionales –futuros formadores- tanto del ámbito formal como no formal, cual es el caso de la Universidad, hasta formadores de distinto nivel en instituciones de formación específicas (INEM, Sindicatos, Entidades colaboradoras, Organizaciones No Gubernamentales, etc.), eso sí mayoritariamente a profesionales del ámbito no formal. En el segundo caso, además de la oferta formativa específica de cursos de formación profesional y ocupacional ofertan cursos de formación de formadores (generales: 300- 500 horas, o específicos: aspectos concretos de la formación: comunicación, evaluación, gestión del aula, etc. oscilando en las 25-50 horas aproximadamente). 

La diferencia fundamental entre ambos tipos de instituciones es el nivel de cualificación, siendo clave, en las primeras, los títulos académicos (aunque también integran certificados), mientras que en las segundas podrían serlo los certificados de profesionalidad. 

Si nos centramos en el segundo caso, el de la formación “en” la empresa, las variantes son menores. No hay que olvidar que este tipo de centros o instituciones laborales, se articula, organiza y gestiona sobre diferentes parámetros de referencia, fundamentalmente el de la producción, convirtiéndose la formación en una estrategia o necesidad a tal fin. 

En este caso, podemos encontrar al menos dos tipologías según el tamaño de la empresa o institución sociolaboral (grande o pequeña); es decir si pueden disponer de un departamento específico de formación en su seno o no. Esta última situación llevaría a demandar la formación de formadores a otras instituciones (universidad, consultoras, entidades colaboradoras, INEM, etc.). De cualquier forma, la preocupación principal no es tanto la titulación o la certificación, cuanto la respuesta a las necesidades concretas de formación o cualificación de sus profesionales2. 

Cuando se trata de grandes empresas que cuentan con departamento de formación, además de la oferta formativa específica de cursos de formación profesional y ocupacional, ofertan cursos de formación de formadores de carácter específico, todo y que pueden plantearse situaciones de formación en cascada y contratar servicios de formación externa para cursos de carácter más general (aspectos concretos de la formación: comunicación, evaluación, gestión del aula, etc. oscilando en las 25-50 horas aproximadamente. Dado el carácter de la formación muy aplicada al puesto de trabajo, la relación con otros profesionales de la institución es muy estrecha, haciéndoles partícipes a su vez de las modalidades de formación en el puesto de trabajo (coaching, mentoring, instructor, etc.). Estos últimos profesionales actuarían como formadores ocasionales. 

Por el contrario, cuando se trata de pequeñas empresas, se suele recurrir a departamentos universitarios o consultoras externas que vienen a llenar el vacío del departamento de formación. La tipología de cursos y organización es muy similar a la situación anterior. 
Este acotamiento sobre los contextos de actuación sigue siendo genérico y puede dar una visión restringida sino se consideran simultáneamente los nuevos entramados sociolaborales, culturales, económicos, etc., que están generando las nuevas tecnologías, afectando, por ende, a la formación, dada su dependencia o ligazón con los mismos. Queremos decir que hay que considerar los nuevos escenarios resultantes provocados por la globalidad, la inmediatez, la información, el ritmo de cambio, el cambio organizativo laboral, la interactividad y la inteligencia distribuida como notas definitorias (Cabero, 1998:335). 


Sobre este particular un mínimo apunte: aparecen nuevas modalidades formativas con sus consiguientes repercusiones tanto en lo organizativo como en lo didáctico. Tal es el caso de los nuevos entornos, con la proyección directa sobre el cibercentro y sus derivadas –campos virtuales, clases electrónicas, clase global, etc (Tirado Moreta, 1998)-; la revitalización del autoaprendizaje según las necesidades e intereses de cada individuo, propiciando con ello que cada uno pueda articular su propio itinerario formativo (Arnoud, 1996; Salinas, 1998; etc.); las nuevas posibilidades de estrategias metodológicas, por su flexibilidad; la superación de los modelos comunicativos unidireccionales (profesor- alumno) mediante el incremento de la interactividad a través de diferentes medios y en tiempo real. En la misma línea, también se pueden apuntar al menos dos consecuencias, coincidiendo con Cabero (1998) que evidencian directamente esta situación. De una parte, la asunción del trabajo cooperativo como procedimiento para superar las exigencias de este nuevo escenario; de otra, el incremento del nivel de abstracción de los usuarios, que de lo físico han de pasar a la representación y ello va a tener repercusiones sobre la formación. 

miércoles, 24 de mayo de 2017

LA FORMACIÓN DE FORMADORES

4. LA FORMACIÓN DE FORMADORES 

No son pocas las experiencias que sobre la formación de formadores se están desarrollando en nuestro contexto desde hace ya algún tiempo en que la formación se ha convertido en un espacio de actuación profesional destacado. Otra cosa diferente es si las mismas están respondiendo a las necesidades reales derivadas del entorno sociolaboral y cuál es la calidad de las mismas. 


No es este el momento de indagar sobre ello. En este momento concretamente el Grupo de Investigación CIFO está preocupado y ocupado en esta problemática y no queremos apuntar aquí los primeros resultados de nuestra investigación. Ciertamente existen acciones de formación de formadores de distinto nivel y con muy diferente fundamentación, tanto las que se ofertan desde instituciones de titularidad pública como titularidad privada. 

Nuestro propósito, pues, no es tanto realizar un estudio descriptivo sobre la formación de formadores, sino que a partir de la experiencia acumulada a lo largo de la última década, incidir en lo que podría ser un plan de formación de formadores, capaz de dar respuesta a las necesidades derivadas del campo de la formación en el mundo del trabajo. 

Por ello, creemos oportuno arrancar, aunque sea brevemente, de una mínima consideración sobre las tipologías de formación y modalidades de formación de formadores que en nuestro contexto se están desarrollando, para después centrarnos en una propuesta de formación de formadores. 

Partimos, pues, en nuestra justificación-fundamentación del plan de formación de formadores de los propios perfiles profesionales de los propios actores. Incidimos en la necesaria exigencia de un modelo de referencia de formación de formadores y para ello contamos con el propugnado en su día y cada vez más consolidado modelo contextual- crítico de formación de formadores que con gran visión de futuro atisbó el Profesor Ferrández y que ha sido un referente en nuestra actuación profesional, tanto investigadora como docente en diferentes ámbitos (formales y no formales de la educación). 


Con ambos referentes estamos en disposición de proponer un plan de formación abierto, flexible y polivalente, que no es necesariamente novedoso en todas sus dimensiones, sino que viene consolidándose a lo largo de la trayectoria de actuación profesional del propio Grupo de Investigación CIFO. En parte, somos deudores de nuestra propia maestría de formación de formadores y de otras tantas actuaciones profesionales de formación de formadores conveniadas (Fondo de Formación, RENFE, INAP-MAP, IPN de México, Departament d’Agricultura, etc.). 

martes, 23 de mayo de 2017

EL ROL DEL FORMADOR Y LAS TIC (Cont.)

EL ROL DEL FORMADOR Y LAS TIC (Cont.)

En este estado de cosas que hemos dejado dicho en la entrada anterior, hemos de considerar al formador como:

• Programador, director y coordinador de procesos de aprendizaje con medios interactivos. Si bien las NTIC permiten enseñar a los usuarios a seguir autoaprendiendo mediante el uso inteligente de estas, cierto es también que debido al tipo de conocimientos, procedimientos o destrezas y a los propios condicionantes de los participantes, las mismas resultarán insuficientes y se precisarán de recursos humanos para desarrollar tal proceso. Concretamente el formador deberá dirigir y coordinar dicho proceso y conseguir que cada participante tenga meridianamente claro como autorganizar su trabajo, que objetivos alcanzar, como explotar al máximo las posibilidades del medio.

• Transmisor de información e impulsor de la ejercitación de conocimientos, procedimientos y actitudes. Aunque el participante haya recibido información y se haya ejercitado con los medios, la función del formador se polariza en la dirección de ampliar la información, si fuese necesario, contextualizar la misma, presentando situaciones comunicativas que no son posibles reproducir con las tecnologías empleadas, ejercitar y aplicar lo aprendido en un contexto o interacción más allá de las posibilidades de los medios, sobre todo si afecta al entorno social o al mundo actitudinal.

• Motivador y como lazo de conexión entre los objetivos a alcanzar y el participante. El propio medio utilizado puede disponer de toda una gama de elementos motivadores que consiguen llamar la atención y propiciar la participación activa de los usuarios. En este contexto, el formador debe informar a los participantes sobre las posibilidades del medio en relación con sus necesidades, sus intereses y su nivel formativo, delimitar lo objetivos a conseguir con el medio y ejercitar a cada participante en la metodología más apropiada para obtener el máximo provecho de los medios empleados. En este caso, estamos aludiendo al formador como tutor del autoaprendizaje a través de los medios.

Por tanto, el formador sigue siendo un elemento clave en la mediación, pero considerado en un contexto concreto de exigencia de nuevas modalidades organizativas, posibilitadas e integradas por los medios en interacción con los participantes como protagonistas y mediadores de su propio aprendizaje (Tejada, 1999). Más aún, “el formador desde esta perspectiva, será un profesional que ha firmado un compromiso ineludible con el cambio; es decir, es un actor en el escenario de las innovaciones. Siendo este el compromiso, la sociedad tiene que disponer de “actores” reflexivos en la escenificación del papel que como formadores le corresponde. Sólo desde aquí, desde la deliberación, la reflexión y la investigación, las acciones formativas dispondrán de profesionales capaces de impulsar sin tregua la innovación” (Ferrández, 1996:50). 


En la línea del mismo autor, no proponemos que el formador se adecue al uso de las NTIC para tener éxito en su trabajo como mediador en un contexto cambiante, aunque estudiado y conocido. Abogamos por un formador que sea innovador capaz de “hacer saber” en este campo de recursos. “Tiene la obligación deontológica de “viajar” dentro de las posibilidades didácticas de las redes y generar nuevas posibilidades de enseñanza y aprendizaje” (Ferrández, 1996:50). En esta situación se tendrá que abogar por el dominio de nuevas competencias profesionales que garanticen tanto el saber, como el saber hacer, el saber estar y el hacer saber

lunes, 22 de mayo de 2017

EL ROL DEL FORMADOR Y LAS TIC

3.2. El rol del formador y las NTIC. 

Antes de entrar en el papel que aludimos, es necesario no perder de vista las funciones generales del formador, que en mayor o menor grado, puede concretarse en: 


      • Ofrecer diferentes tipos de formación relacionada con la satisfacción de necesidades específicas (individuales y sociales), ya definidas por otros profesionales (o conjuntamente con ellos) u otro departamento de formación tanto interno como externo de la institución en la que se inscribe. 
      • Definir, diseñar y ajustar los cursos de formación de acuerdo a los grupos de aprendizaje. 
      • Impartir el curso de formación de acuerdo a la programación previamente establecida. 
      • Diseñar los materiales didácticos necesarios en relación con el desarrollo de las actividades previstas. 
      • Evaluar la formación impartida, implicando los instrumentos de evaluación para recoger la información necesaria.

Si tenemos en cuenta tanto lo anterior y consideramos las NTIC, no cabe duda que el papel del formador queda trastocado, por no decir radicalmente transformado. Obviamente, no puede afirmarse que el mismo desaparezca como “medio pedagógico” (Cruz, 1995; Escolano, 1997), aunque algunos posmodernos lo hayan querido profetizar. “La era del profesor agoniza entre las nuevas redes de memoria y los juegos de lenguaje que los cibernautas ensayan, que los roles docentes clásicos no sólo están cuestionados, sino que pueden ser deslegitimados” (Lyotard, 1984). Optamos por el reconocimiento de una nueva posición de “maestro de obra de la dinámica del aprendizaje” (Arnoud, 1996:12). 

Las posibilidades formativas de las NTIC permiten liberar al formador de las tareas repetitivas, estrictamente informacionales, reconvirtiéndoles -que no disminuyéndoles- dentro del proceso enseñanza-aprendizaje. La tutorización, la orientación, la motivación, la programación, la evaluación cobran nuevo protagonismo. La dinámica relacional se proyecta en esta dirección y no tanto en la transmisión. El papel en la estrategia se modifica, no desaparece; consecuentemente nuevos roles emergen: instructor, tutor, ingeniero pedagógico, experto tecnológico, administrador, documentalista, evaluador, grafista, editor de documentos (Thacth y Murphu, 1995:62),


Puente (1995:31), con el que coincidimos, nos realiza una análisis sumamente interesante sobre la incidencia de dichas tecnologías en la escala de importancia de los roles del formador. Parte el autor de la consideración que dichas tecnologías “per se” presentan la materia de un modo atractivo, permiten ejercitar –hasta un cierto grado- los conocimientos y destrezas adquiridos, evaluar de forma continuado la consecución de los objetivos, adecuar el proceso informativo y de ejercitación al ritmo de cada usuario. Pero también nos destaca que, a su vez, el grado de comunicación en interacción entre el medio y el usuario puede ser bastante limitado, no todos los usuarios reciben los suficientes impulsos de motivación por parte del medio e incluso, que los usuarios de más bajo nivel cultural encuentran serias dificultades para manejar los programas en función de sus necesidades reales. 

domingo, 21 de mayo de 2017

NUEVOS ESCENARIOS FORMATIVOS

3.1.1. Nuevos escenarios formativos

Esta visión centrada exclusivamente en el acto didáctico, sería restringida si no se consideran igualmente los nuevos entramados sociolaborales, culturales, económicos, etc. que generan tales tecnologías, afectando, por ende, a la educación, dada su dependencia o ligazón con los mismos.


El análisis realizado por Cabero (1998:335 y ss.) es ilustrativo desde el punto de vista sociolaboral. Para el autor, la globalidad, la inmediatez, la información, el ritmo de cambio, el cambio organizativo laboral, la interactividad y la inteligencia distribuida vendrían a ser las notas definitorias más sobresalientes. 

  • La globalilización, por cuanto las decisiones económicas que se toman tienen cada vez más un carácter mundial y menos local, verificándose una internacionalización económica. Dicha globalización esta llevando a una complejidad creciente en el sector productivo, con el nacimiento de multinacionales, con la potenciación del trabajo en cadena pero situado en diferentes países, la aparición de nuevas clases sociales, etc. 
  • La inmediatez al propiciar las NTIC romper la barrera del espacio y del tiempo, haciendo instantánea la comunicación entre todos los puntos del planeta. Dicha ruptura permite facilitar no sólo el intercambio actualizado de la información y la toma de decisiones, sino la amplitud de la información que puede ser puesta en juego para el análisis y la toma de decisiones. 
  • La información, pues, en este contexto de actuación se convierte en la materia prima productiva, de manera que el trabajo manual cede ante el trabajo intelectual, originando con ello nuevas perspectivas laborales y ocupacionales.
  • El desarrollo vertiginoso del sector tecnológico, tanto en hardware y software en los últimos años no es más que la cara manifiesta del iceberg del ritmo cambio que se está produciendo en este terreno, sin parangón histórico, y con una tendencia progresiva.
A su vez, dicho progreso tecnológico conlleva algunas ventajas significativas en todos los sectores, por cuanto la interactividad que permiten no sólo con usuarios sino entre diferentes medios es un hecho más que palpable.

A diferencia de la situación anterior, la nueva sociedad de la información también se caracteriza por lo que ha venido en denominarse la inteligencia distribuida. En este sentido, se han incrementado los lugares a los que podemos acceder a la información, pudiéndose ubicar en diferentes instituciones, tanto educativas, culturales, profesionales, empresariales, etc. dicho de otra forma, no existe un único centro generador y expositor de información (las páginas Web y su exposición en Internet son un fiel reflejo de ello).

Sobre este particular, conectado directamente con la formación, aparecen nuevas modalidades formativas con sus consiguientes repercusiones tanto en lo organizativo como en lo didáctico. Tal es el caso de los nuevos entornos, con la proyección directa sobre cibercentro  y sus derivadas -campus virtual, clase virtual, clases electrónica, clase global, etc (Tirado Moreta, 1998)-; la revitalización del autoaprendizaje según las necesidades e intereses de cada individuo, propiciando con ello que cada uno pueda articular su propio itinerario formativa (Arnoud, 1996; Salinas, 1998; etc.); las nuevas posibilidades de estrategias metodológicas, por su flexibilidad y las nuevas posibilidades; la superación de los modelos comunicativos unidireccionales (profesor- alumno) mediante el incremento de la interactividad a través de los diferentes medios y en tiempo real. 

En la misma línea, también se pueden apuntar al menos dos consecuencias, coincidiendo con Cabero (1998) que evidencian directamente esta situación. De una parte, la asunción del trabajo cooperativo como procedimiento para superar las exigencias de este nuevo escenario; de otra, el incremento del nivel de abstracción de los usuarios, que de lo físico han de pasar a la representación y ello va a tener repercusiones sobre la formación.

No cabe duda también que en este contexto se generan nuevas modalidades laborales, flexibilidad y movilidad laboral, autoempleo, eventualidad, etc. Es decir, las NTIC van a tener una incidencia directa sobre la especialización y creación de puestos de trabajo, pero a la vez, no debemos olvidar que en la medida que son una fuente de descualificación del trabajo también pueden tener influencia sobre la desocupación o el paro (Medina Fernández, 1998). La formación pues en este contexto cobra un nuevo protagonismo, y por ende, sus profesionales, amen de las instituciones, estrategias, contenidos curriculares, etc. para estar a la altura de las nuevas exigencias. 

De todas formas, los planteamientos o problemáticas que se derivan no son simples. No se trata ahora de analizar las mismas, aunque pueden advertirse al menos dos posturas sociales contrapuestas: a) tecnófilas y b) tecnófobas (Gallego, 1995). 

Las primeras, se incardinarían en una defensa ciega de los beneficios atribuidos a la tecnología, bajo una aceptación dogmática y acrítica, y todo porque el progreso estaría en las mismas. 

Las segundas, rechazando frontalmente toda innovación que altere las condiciones de vida, se ubicarían en posiciones de gran resistencia al cambio. 

Esta situación no viene más que a representar los dos polos extremos de nuestra sociedad, que a todas luces deja de ser representativa. Entre ambos extremos podemos encontrar soluciones intermedias que nos apunta por un cierto control, para evitar una defensa a ultranza y a la vez, asumir la nueva realidad. En este estado de cosas, de nuevo es la formación clave para encontrar el justo término sobre las NTIC, apropiándose de ellas, integrándolas en sus propias estrategias de enseñanza-aprendizaje, convirtiéndolas en contenidos culturales y superando con ello la cultura del aula, de la pizarra y el libro de texto. 

Corremos riesgos, y sin ser catastrofistas, no podemos eludir al menos, uno de ellos, ya que la formación, como venimos advirtiendo, mantiene con las NTIC una relación ambivalente. En todo caso, reiteramos una vez más nuestra preocupación. ¿Son los planteamientos educativos los que han de adaptarse a las NTIC o son las NTIC las que han de adaptarse a las exigencias de los planteamientos educativos? La respuesta a esta cuestión excede de los propósitos de este trabajo. No obstante, en la línea de lo apuntado anteriormente, sin más optamos por la segunda parte de la pregunta. 


Eludimos cualquier descripción o caracterización de dichas tecnologías, para centrarnos en un análisis, en muchas ocasiones olvidado, del papel del formador en esta nueva realidad.