EL ROL DEL FORMADOR Y LAS TIC (Cont.)
En este estado de cosas que hemos dejado dicho en la entrada anterior, hemos de considerar al formador como:
En este estado de cosas que hemos dejado dicho en la entrada anterior, hemos de considerar al formador como:
• Programador, director y coordinador de procesos de aprendizaje con medios interactivos. Si bien las NTIC permiten enseñar a los usuarios a seguir autoaprendiendo mediante el uso inteligente de estas, cierto es también que debido al tipo de conocimientos, procedimientos o destrezas y a los propios condicionantes de los participantes, las mismas resultarán insuficientes y se precisarán de recursos humanos para desarrollar tal proceso. Concretamente el formador deberá dirigir y coordinar dicho proceso y conseguir que cada participante tenga meridianamente claro como autorganizar su trabajo, que objetivos alcanzar, como explotar al máximo las posibilidades del medio.
• Transmisor de información e impulsor de la ejercitación de conocimientos, procedimientos y actitudes. Aunque el participante haya recibido información y se haya ejercitado con los medios, la función del formador se polariza en la dirección de ampliar la información, si fuese necesario, contextualizar la misma, presentando situaciones comunicativas que no son posibles reproducir con las tecnologías empleadas, ejercitar y aplicar lo aprendido en un contexto o interacción más allá de las posibilidades de los medios, sobre todo si afecta al entorno social o al mundo actitudinal.
• Motivador y como lazo de conexión entre los objetivos a alcanzar y el participante. El propio medio utilizado puede disponer de toda una gama de elementos motivadores que consiguen llamar la atención y propiciar la participación activa de los usuarios. En este contexto, el formador debe informar a los participantes sobre las posibilidades del medio en relación con sus necesidades, sus intereses y su nivel formativo, delimitar lo objetivos a conseguir con el medio y ejercitar a cada participante en la metodología más apropiada para obtener el máximo provecho de los medios empleados. En este caso, estamos aludiendo al formador como tutor del autoaprendizaje a través de los medios.
Por tanto, el formador sigue siendo un elemento clave en la mediación, pero considerado en un contexto concreto de exigencia de nuevas modalidades organizativas, posibilitadas e integradas por los medios en interacción con los participantes como protagonistas y mediadores de su propio aprendizaje (Tejada, 1999). Más aún, “el formador desde esta perspectiva, será un profesional que ha firmado un compromiso ineludible con el cambio; es decir, es un actor en el escenario de las innovaciones. Siendo este el compromiso, la sociedad tiene que disponer de “actores” reflexivos en la escenificación del papel que como formadores le corresponde. Sólo desde aquí, desde la deliberación, la reflexión y la investigación, las acciones formativas dispondrán de profesionales capaces de impulsar sin tregua la innovación” (Ferrández, 1996:50).
En la línea del mismo autor, no proponemos que el formador se adecue al uso de las NTIC para tener éxito en su trabajo como mediador en un contexto cambiante, aunque estudiado y conocido. Abogamos por un formador que sea innovador capaz de “hacer saber” en este campo de recursos. “Tiene la obligación deontológica de “viajar” dentro de las posibilidades didácticas de las redes y generar nuevas posibilidades de enseñanza y aprendizaje” (Ferrández, 1996:50). En esta situación se tendrá que abogar por el dominio de nuevas competencias profesionales que garanticen tanto el saber, como el saber hacer, el saber estar y el hacer saber.
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