domingo, 21 de mayo de 2017

NUEVOS ESCENARIOS FORMATIVOS

3.1.1. Nuevos escenarios formativos

Esta visión centrada exclusivamente en el acto didáctico, sería restringida si no se consideran igualmente los nuevos entramados sociolaborales, culturales, económicos, etc. que generan tales tecnologías, afectando, por ende, a la educación, dada su dependencia o ligazón con los mismos.


El análisis realizado por Cabero (1998:335 y ss.) es ilustrativo desde el punto de vista sociolaboral. Para el autor, la globalidad, la inmediatez, la información, el ritmo de cambio, el cambio organizativo laboral, la interactividad y la inteligencia distribuida vendrían a ser las notas definitorias más sobresalientes. 

  • La globalilización, por cuanto las decisiones económicas que se toman tienen cada vez más un carácter mundial y menos local, verificándose una internacionalización económica. Dicha globalización esta llevando a una complejidad creciente en el sector productivo, con el nacimiento de multinacionales, con la potenciación del trabajo en cadena pero situado en diferentes países, la aparición de nuevas clases sociales, etc. 
  • La inmediatez al propiciar las NTIC romper la barrera del espacio y del tiempo, haciendo instantánea la comunicación entre todos los puntos del planeta. Dicha ruptura permite facilitar no sólo el intercambio actualizado de la información y la toma de decisiones, sino la amplitud de la información que puede ser puesta en juego para el análisis y la toma de decisiones. 
  • La información, pues, en este contexto de actuación se convierte en la materia prima productiva, de manera que el trabajo manual cede ante el trabajo intelectual, originando con ello nuevas perspectivas laborales y ocupacionales.
  • El desarrollo vertiginoso del sector tecnológico, tanto en hardware y software en los últimos años no es más que la cara manifiesta del iceberg del ritmo cambio que se está produciendo en este terreno, sin parangón histórico, y con una tendencia progresiva.
A su vez, dicho progreso tecnológico conlleva algunas ventajas significativas en todos los sectores, por cuanto la interactividad que permiten no sólo con usuarios sino entre diferentes medios es un hecho más que palpable.

A diferencia de la situación anterior, la nueva sociedad de la información también se caracteriza por lo que ha venido en denominarse la inteligencia distribuida. En este sentido, se han incrementado los lugares a los que podemos acceder a la información, pudiéndose ubicar en diferentes instituciones, tanto educativas, culturales, profesionales, empresariales, etc. dicho de otra forma, no existe un único centro generador y expositor de información (las páginas Web y su exposición en Internet son un fiel reflejo de ello).

Sobre este particular, conectado directamente con la formación, aparecen nuevas modalidades formativas con sus consiguientes repercusiones tanto en lo organizativo como en lo didáctico. Tal es el caso de los nuevos entornos, con la proyección directa sobre cibercentro  y sus derivadas -campus virtual, clase virtual, clases electrónica, clase global, etc (Tirado Moreta, 1998)-; la revitalización del autoaprendizaje según las necesidades e intereses de cada individuo, propiciando con ello que cada uno pueda articular su propio itinerario formativa (Arnoud, 1996; Salinas, 1998; etc.); las nuevas posibilidades de estrategias metodológicas, por su flexibilidad y las nuevas posibilidades; la superación de los modelos comunicativos unidireccionales (profesor- alumno) mediante el incremento de la interactividad a través de los diferentes medios y en tiempo real. 

En la misma línea, también se pueden apuntar al menos dos consecuencias, coincidiendo con Cabero (1998) que evidencian directamente esta situación. De una parte, la asunción del trabajo cooperativo como procedimiento para superar las exigencias de este nuevo escenario; de otra, el incremento del nivel de abstracción de los usuarios, que de lo físico han de pasar a la representación y ello va a tener repercusiones sobre la formación.

No cabe duda también que en este contexto se generan nuevas modalidades laborales, flexibilidad y movilidad laboral, autoempleo, eventualidad, etc. Es decir, las NTIC van a tener una incidencia directa sobre la especialización y creación de puestos de trabajo, pero a la vez, no debemos olvidar que en la medida que son una fuente de descualificación del trabajo también pueden tener influencia sobre la desocupación o el paro (Medina Fernández, 1998). La formación pues en este contexto cobra un nuevo protagonismo, y por ende, sus profesionales, amen de las instituciones, estrategias, contenidos curriculares, etc. para estar a la altura de las nuevas exigencias. 

De todas formas, los planteamientos o problemáticas que se derivan no son simples. No se trata ahora de analizar las mismas, aunque pueden advertirse al menos dos posturas sociales contrapuestas: a) tecnófilas y b) tecnófobas (Gallego, 1995). 

Las primeras, se incardinarían en una defensa ciega de los beneficios atribuidos a la tecnología, bajo una aceptación dogmática y acrítica, y todo porque el progreso estaría en las mismas. 

Las segundas, rechazando frontalmente toda innovación que altere las condiciones de vida, se ubicarían en posiciones de gran resistencia al cambio. 

Esta situación no viene más que a representar los dos polos extremos de nuestra sociedad, que a todas luces deja de ser representativa. Entre ambos extremos podemos encontrar soluciones intermedias que nos apunta por un cierto control, para evitar una defensa a ultranza y a la vez, asumir la nueva realidad. En este estado de cosas, de nuevo es la formación clave para encontrar el justo término sobre las NTIC, apropiándose de ellas, integrándolas en sus propias estrategias de enseñanza-aprendizaje, convirtiéndolas en contenidos culturales y superando con ello la cultura del aula, de la pizarra y el libro de texto. 

Corremos riesgos, y sin ser catastrofistas, no podemos eludir al menos, uno de ellos, ya que la formación, como venimos advirtiendo, mantiene con las NTIC una relación ambivalente. En todo caso, reiteramos una vez más nuestra preocupación. ¿Son los planteamientos educativos los que han de adaptarse a las NTIC o son las NTIC las que han de adaptarse a las exigencias de los planteamientos educativos? La respuesta a esta cuestión excede de los propósitos de este trabajo. No obstante, en la línea de lo apuntado anteriormente, sin más optamos por la segunda parte de la pregunta. 


Eludimos cualquier descripción o caracterización de dichas tecnologías, para centrarnos en un análisis, en muchas ocasiones olvidado, del papel del formador en esta nueva realidad. 

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