lunes, 22 de mayo de 2017

EL ROL DEL FORMADOR Y LAS TIC

3.2. El rol del formador y las NTIC. 

Antes de entrar en el papel que aludimos, es necesario no perder de vista las funciones generales del formador, que en mayor o menor grado, puede concretarse en: 


      • Ofrecer diferentes tipos de formación relacionada con la satisfacción de necesidades específicas (individuales y sociales), ya definidas por otros profesionales (o conjuntamente con ellos) u otro departamento de formación tanto interno como externo de la institución en la que se inscribe. 
      • Definir, diseñar y ajustar los cursos de formación de acuerdo a los grupos de aprendizaje. 
      • Impartir el curso de formación de acuerdo a la programación previamente establecida. 
      • Diseñar los materiales didácticos necesarios en relación con el desarrollo de las actividades previstas. 
      • Evaluar la formación impartida, implicando los instrumentos de evaluación para recoger la información necesaria.

Si tenemos en cuenta tanto lo anterior y consideramos las NTIC, no cabe duda que el papel del formador queda trastocado, por no decir radicalmente transformado. Obviamente, no puede afirmarse que el mismo desaparezca como “medio pedagógico” (Cruz, 1995; Escolano, 1997), aunque algunos posmodernos lo hayan querido profetizar. “La era del profesor agoniza entre las nuevas redes de memoria y los juegos de lenguaje que los cibernautas ensayan, que los roles docentes clásicos no sólo están cuestionados, sino que pueden ser deslegitimados” (Lyotard, 1984). Optamos por el reconocimiento de una nueva posición de “maestro de obra de la dinámica del aprendizaje” (Arnoud, 1996:12). 

Las posibilidades formativas de las NTIC permiten liberar al formador de las tareas repetitivas, estrictamente informacionales, reconvirtiéndoles -que no disminuyéndoles- dentro del proceso enseñanza-aprendizaje. La tutorización, la orientación, la motivación, la programación, la evaluación cobran nuevo protagonismo. La dinámica relacional se proyecta en esta dirección y no tanto en la transmisión. El papel en la estrategia se modifica, no desaparece; consecuentemente nuevos roles emergen: instructor, tutor, ingeniero pedagógico, experto tecnológico, administrador, documentalista, evaluador, grafista, editor de documentos (Thacth y Murphu, 1995:62),


Puente (1995:31), con el que coincidimos, nos realiza una análisis sumamente interesante sobre la incidencia de dichas tecnologías en la escala de importancia de los roles del formador. Parte el autor de la consideración que dichas tecnologías “per se” presentan la materia de un modo atractivo, permiten ejercitar –hasta un cierto grado- los conocimientos y destrezas adquiridos, evaluar de forma continuado la consecución de los objetivos, adecuar el proceso informativo y de ejercitación al ritmo de cada usuario. Pero también nos destaca que, a su vez, el grado de comunicación en interacción entre el medio y el usuario puede ser bastante limitado, no todos los usuarios reciben los suficientes impulsos de motivación por parte del medio e incluso, que los usuarios de más bajo nivel cultural encuentran serias dificultades para manejar los programas en función de sus necesidades reales. 

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